El honor del “tendero”

El intercambio de bienes y productos por un precio se remonta, en efecto, a los mismos orígenes del hombre, ya que éste no podía producir todo lo que necesitaba, por lo que primero con el trueque y tras la aparición del dinero, a cambio de un precio, adquiría de otros aquello de lo que precisaba.

La moderna distribución comercial no es más que una actualización del comercio, algo tan antiguo como el hombre.

Estos “otros” eran los comerciantes, que compraban bienes para revenderlos, en muchas ocasiones en lugares muy distintos a aquellos en que se producían. Y esto, ni más ni menos, es la distribución comercial.

A esta labor de intermediación entre productores y consumidores, este acercar bienes al lugar donde se consumen, no siempre se le ha dispensado una imagen positiva en la sociedad. De hecho, con frecuencia han sido los comerciantes los que han pagado los platos rotos de carestías, producciones escasas, malos gobiernos o incluso guerras. No es raro que al final se culpe a los comerciantes de las subidas de precios, aplicando la vieja (y errática) política de matar al mensajero. Cuando no había trigo y faltaba el pan, se acusaba a los comerciantes de la subida de precios. Cuando había guerras y escasez, se acusaba a los comerciantes de beneficiarse con los precios. Ahora, incluso cuando hay deflación, se acusa a los comerciantes de márgenes abusivos y de no trasladar al consumidor la bajada de precios en origen.

Se observan y vigilan, muchas veces de manera simplistas, nuestros precios y márgenes de manera que no se aplica a ningún otro sector de actividad. Y se ignoran, espero que por simple desconocimiento, las complejidades y costos de nuestro quehacer y los verdaderos mecanismos de formación de precios.

Es ésta tal vez una de las mayores deformaciones que de nuestra actividad tiene la sociedad. No se entiende que detrás de “comprar y vender con un margen” existe algo tan complejo como la distribución. Los aspectos de aprovisionamiento logísticos, financieros, de marketing o inmobiliarios de la distribución son ignorados, como lo son los contables o de personal, en una actividad tan intensiva en el uso de recursos humanos.

Recuerdo cuando, tras completar mis estudios en la universidad y me incorporé a la Distribución, todos mis compañeros me miraban como a quien desaprovecha su formación, creyendo que para este trabajo no hace falta preparación. Aunque mucho ha cambiado esta percepción en la sociedad, aún disfruto cuando al ser preguntado en ambientes ajenos a la Distribución por mi trabajo contesto que soy “tendero”. El desconcierto que suele reflejar la cara de mis interlocutores, dudando entre pensar que les tomo el pelo o que no estoy a su altura profesional e intelectual me hace por un lado reír, pero por otro pensar que mucho nos queda por hacer si queremos que la sociedad, los jóvenes sobre todo y las Administraciones Públicas, entiendan nuestra función, compleja pero vital en nuestra civilización.

A ello, a explicar nuestra función, deberíamos dedicar más esfuerzos de los que empleamos.

(En Noviembre de 1974, Antonio Urcelay acababa de ser nombrado director general de Cadadía, S.A., compañía de distribución (supermercados) que supuso la primera de las aventuras del Grupo holandés Ahold en España)