Centros comerciales al servicio de la ciudad: nuevo balance en 35 años

Son muchos 35 años y lo son más para un sector como el de los centros comerciales que, en España, ha conocido la evolución completa de su nacimiento, desarrollo, éxito, e incluso, ya últimamente, sus primeras dificultades de saturación y crisis.

Al hacer un balance de estos años, creo que la mayoría podremos convenir en que los centros han contribuido de manera decisiva a la mejora del tejido de distribución en todo el país; permeabilidad a las necesidades de la gran distribución, potenciación paralela del pequeño comercio, colaboración en el rápido desarrollo de las cadenas, facilidades para la aparición y desarrollo de nuevos comerciantes y rótulos, ayuda al desarrollo de la franquicia,…

Por otro lado, desde la perspectiva de las familias y de los consumidores, pocos dudarán de la gran aportación que los centros comerciales han representado: espacios confortables y de convivencia, mejoras de servicios y comodidad cotidianas, eficiencias que generan tiempo libre, encuentro y complementariedad del ocio y del comercio, acercamiento de rótulos y marcas deseadas,….

Pero no serán inmunes estos 35 años a la crítica cierta de la poca contribución que los centros comerciales han prestado a la ciudad, a este patrimonio impagable que constituyen los centros históricos de la ciudad europea. Con su colaboración en el vertiginoso desarrollo suburbano de la gran y mediana distribución, es cierto que han contribuido de forma indirecta al empobrecimiento de los centros urbanos tradicionales, que han visto huir hacia la periferia mucho del vigor de las grandes cadenas o del atractivo de las salas de cine y la hostelería.

Como las estaciones de ferrocarril en el siglo XIX, los grandes centros comerciales no tienen acomodo fácil en el centro de la ciudad, pero hoy el sector en España esta plenamente alineado hacia una política más sensible a conceptos urbanos canónicos, y desarrolla fórmulas de mejor acomodo, más abiertas, y con mejor integración en el tejido preexistente. Precisando para esta reorientación del apoyo y complicidad de las Administraciones urbanísticas, a las que ofrece, a cambio, una herramienta única: la capacidad única de generación de vida urbana que siempre ha tenido el comercio. Revitalizando entornos urbanos deteriorados, equipando nuevos centros de barrio, o pivotando nuevas centralidades metropolitanas terciarias.

Nunca como ahora las ciudades europeas están sabiendo aprovechar el enorme caudal de energía y vitalidad que los centros comerciales son capaces de atraer para la ciudad. Y este será el examen más importante que el sector tendrá que afrontar, al hacer un nuevo balance dentro de otros 35 años.

(En Noviembre de 1974, Arcadio Gil estaba viviendo en un Colegio Mayor en Madrid, estudiando en la Escuela de Ingenieros de Caminos, acudiendo a alguna clase a la Facultad de Económicas de Somosaguas, y empezando el servicio militar después de pasar las pruebas de la IMEC, las milicias universitarias»