Estados Unidos presiona a la UE con un arancel general del 30%

El gravamen entraría en vigor el 1 de agosto si no hay acuerdo. Agroalimentación, Textil y Retail, entre los más amenazados por la escalada.

Donald Trump añade más presión a la Unión Europea en las negociaciones que mantienen Estados Unidos y los 27 en torno a los aranceles fijados por el primero para los productos europeos que aterrizan cada día en el país norteamericano. Así, además de fijar gravámenes de entre el 10% y 25% a sectores como el aluminio, la automoción o el agroalimentario, se suma un 30% para cualquier artículo procedente del Viejo Continente, que se comenzarán a aplicar el próximo 1 de agosto. 

Eso si no se alcanza un acuerdo, que es lo que espera la presidenta de la Comisión Europea, Úrsula Von der Leyen, y razón por la cual se había decidido dejar en suspenso el paquete de contramedidas presentadas el pasado abril y que traerían consigo cerca de 21.000 millones de euros. 

La carta enviada por Trump este sábado a la Comisión escala aún más la tensión comercial que se vive a uno y otro lado del Atlántico, no solo por la incorporación de un nuevo arancel que afectaría a todo tipo de artículos, sino también por las condiciones que impone el presidente estadounidense para retirar dicho arancel. 

A saber, “si la Unión Europea, o las empresas dentro de la UE, deciden construir o fabricar productos dentro de Estados Unidos”; que los 27 países permitan el acceso completo a las empresas estadounidenses “sin que se nos cobre arancel alguno”; o la suma de un 30% más al gravamen impuesto si hay represalias. 

Diversificación de mercados

En esta tesitura, los 27 embajadores de la UE reunidos de manera apresurada este domingo para analizar la misiva, han acordado una réplica de entre el 10% y el 25% sobre las importaciones estadounidenses, valorada en más de 100.000 millones de euros. Sin acuerdo, la UE activaría dicha medida. A lo que se suma la búsqueda de nuevos acuerdos comerciales con otros países, como el firmado hace poco con Indonesia, cuya entrada en vigor está prevista para septiembre. 

Una política, la de diversificación, que apoyan entidades como la Federación Española de Industrias de Alimentación y Bebidas (FIAB), aunque esta última pide que se tenga muy en cuenta el gran mercado que supone Estados Unidos para los productos nacionales. “Su peso estratégico, su alto poder adquisitivo y la fuerte implantación de los productos españoles en aquel país hacen que debamos mantener nuestra presencia, incluso en escenarios adversos”. 

Según recuerdan desde FIAB, Estados Unidos es el primer mercado extracomunitario del sector y el cuarto en términos globales, con más de 3.300 millones de euros exportados y 770.000 toneladas enviadas en 2024. 

Impacto en Alimentación, Textil y Retail

La estrategia arancelaria de Washington iniciada a comienzos de año ha desplegado un abanico de gravámenes que afectan desde el acero y aluminio hasta productos emblemáticos como el aceite de oliva, el vino, el calzado o los componentes de automoción. A los aranceles generalizados del 10% se suman otros más severos del 25% para sectores específicos, con amenazas puntuales del 30% y hasta del 200%, como en el caso del vino.

El impacto en el sector agroalimentario es especialmente sensible. El aceite de oliva, producto insignia de la exportación española, podría enfrentar una caída del 6% en sus ventas a Estados Unidos con un arancel del 25%. Empresas como Dcoop y Nortoliva han optado por adelantar envíos —efecto front-loading— y estudian incluso invertir en plantas en suelo estadounidense para esquivar los aranceles.

El vino, con más de 390 millones de euros exportados en 2024, sufre igualmente por las amenazas arancelarias. Las bodegas familiares en La Rioja, Castilla-La Mancha o Cataluña están entre las más expuestas. Las aceitunas, especialmente la negra andaluza, arrastran un arancel del 35% desde 2018 que ha golpeado duramente a cooperativas y agricultores. Otras categorías como queso manchego, jamón, conservas vegetales o productos del mar también figuran en las listas de bienes afectados. 

El sector textil y de calzado, ya tensionado por la competencia asiática y los márgenes reducidos, enfrenta un nuevo escollo con los aranceles del 20% al 25% que afectan a calzado, bolsos y prendas de vestir. Cataluña y la Comunidad Valenciana, con fuerte presencia en esta industria, se preparan para una caída de competitividad y posibles desvíos comerciales desde Asia hacia Europa.

Empresas como Inditex, Custo o marcas de marroquinería ven aumentar sus costes de exportación y podrían verse forzadas a revisar precios o estrategias de mercado. La doble presión de los aranceles y la inflación de costes ponen a prueba la resiliencia del sector.

Para el comercio minorista, la tormenta arancelaria significa más que un reto logístico. Las interrupciones en la cadena de suministro, el encarecimiento de productos y la volatilidad normativa complican la planificación a medio y largo plazo. El incremento de precios derivado de los aranceles podría trasladarse al consumidor final, alimentando la inflación y afectando el consumo.

Los minoristas se ven obligados a redefinir sus estrategias de aprovisionamiento, explorar mercados alternativos y adoptar tecnologías de simulación para modelar escenarios de riesgo. La visibilidad y agilidad en la cadena de suministro se tornan críticas en un entorno donde las reglas cambian con cada ronda de negociación.

Estrategias empresariales ante el nuevo tablero global

La respuesta del tejido empresarial español y europeo, así como institucional, ha sido heterogénea. El pasado abril, el Gobierno puso en marcha a través del ICEX un plan de apoyo que contemplaba la movilización de más de 14.000 millones de euros, atención personalizada a las principales compañías exportadoras y programas para reforzar la marca España, la innovación y la internacionalización de las pymes. A lo que se ha venido sumando colaboraciones público-privadas y más diplomacia económica. 

A nivel empresarial, desde organismos como la Cámara de Comercio o el propio ICEX se ha venido recomendando nuevas estrategias para navegar en este contexto de incertidumbre arancelaria. La primera, la diversificación de mercados para no depender en exceso de Estados Unidos, algo que ya han hecho compañías aceituneras como Dcoop o Ángel Camacho, que están reforzando su presencia en América Latina, Asia y Oriente Medio; o la presencia en marketplaces europeos y chinos, como Zalando o Tmall en el caso de las firmas de moda y calzado. 

La segunda, una reconfiguración de la cadena de suministro y la producción, poniendo en práctica estrategias como el nearshoring y friend-shoring (externalizar parte de la producción a países con tratados preferenciales con Estados Unidos como México o Canadá), que ya han sido adoptadas por empresas del sector Textil y Automoción; la deslocalización selectiva de ciertas partes de la producción; la puesta en marcha de la recirculación o reingeniería de productos, que consiste en modificar ligeramente los productos en terceros países para alterar su origen arancelario, aunque esta medida requiere de un cumplimiento legal estricto; o la apuesta por acortar rutas de distribución, consolidar almacenes regionales o emplear transporte mixto para reducir costes asociados a los nuevos gravámenes. 

Algunas compañías también han revisado costes y precios, buscando mantener un margen sostenible. Así ha ocurrido con marcas de lujo como Hermès o Kering, que optaron por subir precios en el país norteamericano, o empresas bodegueras y de aceite de oliva que han venido explorando acuerdos para compartir el coste arancelario con sus importadores estadounidenses.