De festival a startup: cómo convertir la cultura en motor económico

A día de hoy hablar de cultura implica hablar también de públicos, de comunidad y de sostenibilidad.

La cultura se ha convertido en una palanca económica de primer orden. Los festivales atraen turismo y generan empleo, los proyectos creativos activan barrios, la producción audiovisual internacionaliza territorios y patrimonio que sostiene economías locales.

El mapa cultural ya no es solo un relato artístico: es también una industria en expansión. España vive un momento especialmente dinámico en este terreno, con unas industrias culturales en crecimiento que reclaman profesionales capaces de entender tanto el valor simbólico de la creación como su impacto real en el mercado.

El emprendimiento cultural gana peso como salida profesional y como motor social. Cada vez más iniciativas nacen desde la independencia, con estructuras flexibles y vocación de sostenibilidad: pequeñas productoras, agencias creativas, estudios de diseño, gestores de festivales, plataformas digitales o proyectos vinculados a museos y patrimonio. Pero ese empuje necesita algo más que talento artístico. Requiere planificación, financiación, modelos de negocio sólidos, capacidad para atraer audiencias y dominio de los nuevos canales de distribución.

A esa demanda se suma un cambio de mentalidad: a día de hoy hablar de cultura implica hablar también de públicos, de comunidad y de sostenibilidad. Un proyecto cultural no vive solo de la creación; necesita construir relaciones duraderas con sus audiencias, entender hábitos de consumo, diferenciarse en un entorno saturado de oferta y, además, justificar su valor ante instituciones, patrocinadores o inversores. El profesional de la gestión cultural se mueve, por tanto, en una doble lógica: cuidar el sentido artístico de las propuestas mientras asegura su continuidad económica.

Esto es especialmente visible en el terreno digital. Las plataformas, las redes y los nuevos formatos han ampliado las oportunidades para contar historias, distribuir contenidos y llegar a nichos muy específicos. Pero también han elevado la competencia y han obligado a repensar cómo se monetiza la creatividad. Saber diseñar una estrategia de crecimiento, medir resultados o elegir el canal adecuado es ya parte del trabajo cotidiano en cualquier iniciativa cultural, desde un festival hasta una productora audiovisual.

Ahí entra en juego la formación. El sector demanda perfiles híbridos, con sensibilidad cultural y mirada empresarial. Personas capaces de trabajar con artistas y, al mismo tiempo, leer datos, diseñar estrategias de marca, negociar alianzas, estructurar presupuestos o dirigir equipos. En otras palabras: profesionales que entiendan la economía creativa como un ecosistema donde la inspiración y la gestión van de la mano. Sin esa combinación, muchos proyectos se quedan en buenas ideas que no logran crecer ni consolidarse.

Por eso, el reto no es solo aprender a gestionar, sino aprender a hacerlo con criterio cultural. La economía creativa necesita líderes capaces de traducir el lenguaje del arte al del negocio sin perder autenticidad. La formación especializada funciona aquí como un catalizador: ofrece marcos, metodologías y una visión global que ayudan a tomar decisiones con mayor seguridad y a proyectar a largo plazo.

Con la vista puesta en ese nuevo escenario, la universidad ha empezado a responder con programas específicos que actúan como puente entre creatividad y dirección. Uno de ellos es el máster en gestión de industrias culturales de UEMC Online, orientado a formar profesionales capaces de liderar proyectos culturales desde una perspectiva integral. El planteamiento conecta con una necesidad clara del sector: dotar a los futuros gestores culturales de herramientas para convertir propuestas creativas en iniciativas viables, competitivas y con impacto.

En definitiva, la profesionalización se ha vuelto clave para que la cultura pueda seguir creciendo sin renunciar a su esencia. Y en un momento en el que el sector busca consolidarse como industria, apostar por perfiles formados es una manera directa de garantizar que las ideas no se queden en el cajón, sino que encuentren camino, público y futuro.